La segunda parte de mi TFG debía ser el desarrollo físico del proyecto: diseño de producto, prototipos, pruebas técnicas… Pero, como le pasó a mucha gente en 2020, el plan cambió de golpe.
El confinamiento me pilló en una isla del Atlántico, lejos de Londres, sin acceso a mis materiales, a mis prototipos ni a ningún recurso técnico. En vez de rendirme, decidí redirigir todo eso y convertir la limitación en concepto.
La nueva versión del proyecto se basó en replantear lo físico desde lo emocional. La soledad, el aislamiento, la pausa forzada… se transformaron en inspiración. A partir de eso, diseñé una propuesta adaptada al contexto, mezclando digital y manual, visualizando productos que pudieran sobrevivir (y tener sentido) en un mundo confinado.
Fue un proyecto muy distinto al que imaginaba cuando empecé, pero quizás por eso fue aún más mío. Porque diseñar también es saber cambiar de rumbo sin perder el propósito.
Lucía Dévora
7 de June de 2020